La miel a través de la historia

La miel es conocida y utilizada por el hombre desde el periodo Neolítico, y Probablemente desde mucho antes, tal y como lo demuestran pinturas rupestres.

 

En culturas antiguas como la persa, egipcia, griega o romana además de comerla directamente, la mezclaban con agua dejándola fermentar, para hacer bebidas alcohólicas, lo llamaban el “Néctar de los dioses”. La miel era considerada un manjar divino presente en muchas ofrendas dedicadas a los dioses. Era un producto muy valorado por las clases sociales más altas.

 

Los romanos transportaban el pescado de países remotos, dentro de vasijas llenas de miel donde se conservaba, de igual modo que las frutas. Más tarde, fué objeto de pago de tributos e impuestos.

 

Los árabes, en la Península Ibérica, potenciaron el uso de la miel en la gastronomía con una gran variedad de elaborados dulces.

La zona de producción, por su larga trascendencia apícola, constituye una de las zonas apícolas más relevantes de la región extremeña donde los apicultores llevan siglos aprovechándose de la flora autóctona, sin ejercer la trashumancia fuera de estas comarcas. La adopción del nombre “Miel Villuercas-Ibores”, responde al hecho del prestigio histórico de la miel en esta zona, del manejo y técnicas de acondicionamiento, tradicional y artesanal, y las especiales cualidades de la miel, consecuencia del medio natural en el que se lleva a cabo su producción. La zona de producción presenta características de marcado carácter rural, municipios con baja densidad de población, donde la agricultura y la ganadería son el principal sustento.

La Miel en las Villuercas y Los Ibores

La comarca de Villuercas-Ibores ha estado vinculada desde siempre a la práctica de la apicultura, ya en 1086, reinando Alfonso VI, se tiene constancia de la repoblación de la zona con “gente de Talavera de la Reina, que se asentaron aquí para aprovechar las tierras con su ganado y colocar posadas de colmenas aquellas zonas que los sarracenos hubieron de abandonar en retirada” (Apicultura, industria y productos apícolas en Extremadura.1991).

 

Por el siglo XII y XIII al ser tierra de frontera entre moros y cristianos, solían servir de refugio a salteadores que con el nombre de “golfines” ponían en aprietos a los habitantes de estos parajes hasta obligar a colmeneros, ballesteros y cazadores, a unirse en hermandad (Santa Hermandad Vieja de Talavera de la Reina) para defender su patrimonio. Es a partir de este momento cuando comienza a repoblarse con fuerza esta zona, asentándose pueblos como Garvín, Valdelacasa, Peraleda, Castañar, Navalvillar, Navatrasierra, Villar del Pedroso y Carrascalejo.

 

Hasta nuestros días permanecen en la geografía de las comarcas de Las Villuercas y los Ibores numerosos topónimos que recuerdan a las abejas y su flora, tales como Castañar, Carrascalejo o Peraleda. Otras muestras hechas Naturaleza del quehacer humano dentro del sector apícola de estas comarcas son las designaciones de parajes como “La Umbría del Colmenar” en el término municipal de Cañamero o “El Arroyo del Enjambrero” y “Valle del Enjambrero” en el término municipal de Alía.

 

Del Monasterio y comunidad de Guadalupe sabemos que contaban, entre sus dehesas, con una llamada la “Colmenita” y que en la “Burguilla”, del término de Villar del Pedroso, donde se explotaba un gran colmenar que, junto a otros darían cera para atender las necesidades litúrgicas y miel para endulzar y atender como medicina hasta la llegada del azúcar y otros medicamentos a frailes, enfermos y peregrinos.

 

También es conocido “el milagro de Nuestra Señora de Guadalupe (1575), fueron dos religiosos de la Visiosa a pedir limosna de miel y aceite, y el año era tan falto de miel que solo había 8 arrobas, y acordaron dárselo. Cuando volvieron a sacar miel hallaron que la tinaja vertía en abundancia sin cesar este manantial por más de cuatro años…”. Este milagro de la “tinaja de miel” quedó reproducido por Fray Juan de Santa María en el siglo XVII, cuadro que se halla colgado en el claustro mudéjar del monasterio de Guadalupe.

 

Las órdenes militares y religiosas de Santiago y Alcántara poseyeron y mandaron sobre inmensos territorios; del convento de Guadalupe escribía maravillas el doctor Jerónimo Münzer, humanista que recorrió la Península Ibérica entre 1494 y 1495, y que en las numerosas cartas que enviaba al Reverendo padre Abad de AlcobaÇa de Lisboa, resaltaba las riquezas del convento de Guadalupe, “florece de continúo nuestro huerto. Las abejas de nuestras colmenas ya no tienen que escalar las tapias para darnos su miel de gustos varios…”.

 

En el “Libro y memoria de todas las Heredades y Dehesfas, Rentas, Iuros y otros aprovechamientos y preeminencias que efta Sta Caffa de Sña Sª.Sª Maria de Guadalupe tiene, anfien efte pueblo de Guadalupe, como en otras villas e lugares deftos Reynos de Castilla, efte año de 1624”, se enumera los asentamientos de colmenas, sus propietarios y lugares de la zona, ya que entonces ya eran muy numerosos y valiosos.

 

El Doctor Sorapan de Rieros, natural de Logrosán, en su libro “Medicina Española contenida en proverbios…” (1.616) nos afirma que “de miel muy fina da esta región copioso fruto” al enumerar las riquezas extremeñas.

 

En el libro “Instrucción de un pasajero para no errar el camino”, escrito por Diego Martínez Abad en el año 1697, obra dedicada por el autor a “la santa, y Real Casa de Nuestra Señora de Guadalupe”, hace numerosas referencias al consumo de arrobas de miel que en el convento se hacía y del precio.

 

La zona de producción, por su larga trascendencia apícola, constituye una de las zonas apícolas más relevantes de la región extremeña donde los apicultores llevan siglos aprovechándose de la flora autóctona, sin ejercer la trashumancia fuera de estas comarcas. La adopción del nombre “Miel Villuercas-Ibores”, responde al hecho del prestigio histórico de la miel en esta zona, del manejo y técnicas de acondicionamiento, tradicional y artesanal, y las especiales cualidades de la miel, consecuencia del medio natural en el que se lleva a cabo su producción. La zona de producción presenta características de marcado carácter rural, municipios con baja densidad de población, donde la agricultura y la ganadería son el principal sustento.

 

Las características orográficas, edafológicas, climatológicas, sociales y económicas de la zona de producción, (puesto que estas comarcas incluyen terrenos de suelos poco fértiles y orografía muy accidentada), las hace poco rentables para el aprovechamiento agrícola de sus tierras. Por todo ello, los habitantes de las Villuercas-Ibores han encontrado en la explotación apícola una ocupación que sustituye o complementa otras actividades agropecuarias, garantizando su sustento.